Viridiana Martínez Ortiz
Desde mi niñez, habité y bailé lento, a estruendo y en pausa, un sin fin de sensaciones que iba habitando el corazón. Con el paso del tiempo afiance el cuerpo, andante de calles iluminadas por la luz de la luna. Cuando caminas y empiezas a ser consciente de tus pasos y de sus querencias, emanadas desde los pulsos de la vida, es así que transitas y abrazas los momentos del devenir de tus existencias, al estar habitada de otras vivencias, como consecuencias transite diversas despedidas, rupturas, encuentros y sorpresas, desde ahí me fui y fui, reconociendo y sintiendo, lo que implicaba saberse lejos y cerca de personas, sitios y geografías que en su momento creí muy propias, únicas y permanentes. De ello, surgen otros lenguajes, contemplaciones y esfuerzos, a veces mayores para así ponerse nuevamente de pie, y desde esa otra posición, volver a mirar esos cielos, envolverte y bailar con y a la luz de la luna que refleja y da movimiento a esos nuevos contornos e impresiones de reencuentro con un pasado-presente, y un incierto devenir, contenido de algunos temores históricos, de esos que te sitúan en la vida, que dan lugar-forma y tiempo a estos pasos que en ocasiones son firmes, otras veces titubean y otras más desean permanecer en ciertos terruños.
Con y en el devenir de la vida, comprendo que el viaje de esta, se encuentra compuesto por distintas mudanzas, que han y están habitando mis pensamientos, cuerpo y acciones. Pues en el tránsito de la vida, me miro al espejo y me reconozco distinta, hace tiempo que no me permitía mirarme desnuda, desde mis cicatrices, desde mis deseos, desde mis memorias, desde mis pérdidas, desde los encuentros gozosos y dolorosos que se han ido entretejiendo para conformar historias que ahora también son parte de otrxs y mías al mismo tiempo. ¿Tú, te has percatado de tus propias mudanzas?
Hace tiempo que me reconozco sabedora de maltratos ejercidos por otrxs, pero también asumo los que he realizado; en este tipo de mudanzas profundas y conscientes son en las que me he quedado al menos en los últimos 3 años, y sé que me encantaría disculparme con unas cuantas personas. Espero algún día tener el valor, la claridad y el tacto para poder comunicar lo mucho que lamento algunas circunstancias y deseo coincidir con las mudanzas de esos otrxs también. Con todo y mis claroscuros y soledades, que me han permitido desbordarme para luego irme hilvanando nuevamente, no desde la borradura total, sino desde los trazos y retazos de todas mis existencias, es que me reconozco como un ser en constantes mudanzas, en constante movimiento; puede ser que este desorden a veces elegido, otras impuesto, y otras tantas por destino, azar o circunstancia sea el que nos permite ir saboreando lo esencial de sabernos con vida.
Nunca antes había intentado ser consciente de este cuerpo y su pluralidad de existencias. Es cierto que parece que he vivido bastante tiempo, tal vez porque algunas veces he intentado vivir bajo la norma, el orden social, pero en realidad es eso vivir, o tal vez, es un velo que cae a la merced de otras vivencias. Puede ser que nunca sepa con claridad, pero el imán de la vida ahora me está invitando a construir otros planes, sentires, saberes, dolores, olores, sinsabores, despedidas, encuentros, miradas, y yo qué sé, tal vez otras tantas experiencias. Es aquí cuando creo que las mudanzas, son momentos que si bien pueden remontarnos al dolor, a la pérdida, al llanto, no siempre dejan heridas expuestas, a veces se hacen necesarias porque algo de nosotrxs necesita moverse y sobreponerse, para encontrar bienestar, y así dejarse envolver nuevamente por esos cánticos y ritmos que emergen de la vida, entonces partir, pasar de una realidad, a otra, trazar destino y caminos distintos, atreverse a tomar las veredas y señales de la vida, no se hace en automático, sino en conciencia y con sentido. Por ello, si en algún momento deseas retornar de esas mudanzas, asegúrate de que sea con dignidad, amor, ternura y sinceridad. Y, si te vas, que sea de la misma manera, pero en reconocimiento de que todo aquello que dejas atrás, ahora es una extensión de ti, y de aquello toma lo que sea necesario para re-abrir las puertas, ventanas, cajas, memorias, libros, fotografías, ropas, sensaciones, canciones, caminos y polvos, que te invitarán a encontrar, algo más allá de las mudanzas presentes.
La autora
Viridiana Mtz. Ortiz. Iztapalapa, Ciudad de México, 1992. Descendiente de mujeres que hasta ahora son fuego que acompañan su andar. En el devenir de la vida se considera una mujer apasionada, habitada por contradicciones, magias y placeres que le animan a la construcción de otras redes de afectos, ternuras y solidaridades.