Jimena Maralda
No tengo idea de qué estoy haciendo con mi vida. Me levanto todos los días más tarde de lo que había planeado. Desayuno… y cuando me doy cuenta, ya son pasadas las doce.
No tengo idea de qué estoy haciendo con mi vida. Mi beca terminó el mes pasado. Tengo que hacer la tesis. (¿Tengo?) Sí, mi asesora necesita que me titule antes de julio. No me gusta la palabra “necesidad”. No me gusta la necesidad ni necesitar. Muchas veces me digo a mí misma que quizá podría prescindir de muchas de esas cosas / personas / experiencias que me han dicho -o me he dicho- que necesito.
Sería bueno que terminara mi tesis y me titulara. ¿Bueno para quién? (…) La semana pasada descubrí que no tengo prisa. Mi asesora necesita que me titule antes de julio; mi papá desea que me titule lo más pronto posible; mi facultad se beneficiaría si yo (y mis amigas) me titulara cuanto antes. Pero yo no. Yo no tengo prisa. No tengo idea de qué estoy haciendo con mi vida. Mesereo cuatro días a la semana en Había una vez…, veo series con mi mamá, tomo mi diplomado de Creación Literaria; hablo, reflexiono, discuto, comparto temas que me inquietan: el género, las relaciones, los cuidados, el placer, el hacer comunidad… No tengo prisa por escribir la tesis.
No tengo idea de qué estoy haciendo, pero sé que cuando empecé a trabajar en la tesis me acerqué al feminismo y conocí personas hermosas en el camino con quienes ahora comparto experiencias, proyectos, incomodidades. No tengo prisa, porque esas relaciones solo pudieron darse en la calma. Por eso quiero seguir conociéndolas y compartiendo con ellas.
A ratos me siento mal por no estar haciendo la tesis, ¡pero es que no tengo prisa! Me gusta la quietud de la espera por el futuro. Me gusta no saber qué haré. Porque ya no quiero lo que quería hace un año. Porque sé lo que no quiero: no quiero me trague la Academia de la “amigocracia” y las palancas, no quiero escribir para hacerme merecedora de estímulos económicos pero que al final solo unos cuantos -mis pares, probablemente- me lean.
Disfruto infinitamente el tiempo con mi mamá; mis horas en el café aunque tenga las manos resecas por lavar tantos platos; amo el olor de los cafés que preparo y la sensación de espumar leche; me gusta el intercambio con Samuel aunque a veces me llame la atención, aunque haya clientes groseros y nefastos.
No tengo idea de qué estoy haciendo con mi vida, pero quiero aprender a hacer ropa porque estoy hasta la madre de la “fast fashion” y la producción masiva de ropa en Asia. Quiero escribir, crear, otra vez. Quiero aprender sobre barismo y también aprender a hacer pan. No sé qué estoy haciendo, pero me gusta no estar haciendo la tesis.
Me gusta ir a talleres, leer, estar con Any y Fey, las conversaciones con Cari y Nancy. No tengo prisa. ¡La prisa es de los otros! Me gusta lavar ropa a mano, ponerme mascarillas, me gusta prepararme café con chocolate, me gustan los trayectos sentada en el metrobús oyendo música. Me gusta hablar, sobre todo. Me gusta formar vínculos, hacer comunidad y procurar afectos. Y para eso no necesito la tesis.
No tengo prisa porque hay cosas más urgentes: amarme, amar a otrxs, reírme, respirar, mirar mi cuerpo desnudo en el espejo, peinarme, barrer abajo de mi cama y encontrar diez pesos.
No sé que estoy haciendo con mi vida pero hay comida, bebidas alcohólicas y café. Hay mucho pan. También ha habido besos y abrazos. Hay sexo. Hay piel de gallina. Hay frío. Hay olor a vainilla y cremitas que apapachan el cuerpo. Hay loción de menta para los pies cansados. Hay risas. No tengo prisa.
(…)
No tengo prisa. No sé qué estoy haciendo, pero pronto seguiré con la tesis. Y cuando acabe, dedicaré treinta días exclusivamente a mi placer.
Enero, 2018.
LA AUTORA
Jimena Maralda (Ciudad de México, 1994) Egresada de Letras Hispánicas, es escritora neófita, repostera aficionada y asistente empedernida de talleres y cursos. A veces es una
tesista con conflictos existenciales que prefiere lavar platos a citar textos académicos. Cree firmemente que otras formas [de pensar, crear, amar, hacer, vivir] son posibles.