Martha Vázquez García
Me convertí en tía a los quince años, así que no tuve mucho tiempo de pensar si me iba a volcar o no hacia mis sobrinas y sobrinos. Terminaron siendo nueve, tres mujeres y seis hombres. ¿Qué significó para mí ser tía?, pregunto. Y contesto: ser su educadora.
Todo comenzó con mi vocación docente, a los mismos quince años estudiaba yo en la Normal de Maestros y ya tenía en mente que iba a ser cuidadora profesional; así que cuando mi sobrina mayor llegó a este mundo, puse en práctica mis conocimientos de educación. No le enseñé a leer y escribir, pero sí estuve cerca de ella, pendiente de sus etapas de desarrollo.
Después llegaron los otros ocho chiquillos, en escalerita. Aquí debo hacer un alto, porque a los veintitrés años dejé de ser exclusivamente tía para ser madre también. Entonces, la tarea de ser tía se convirtió en un maternaje compartido con mis hermanas y cuñada. Con el propósito de que mi hija Alejandra (aquí presente) conviviera con sus primos, yo me los llevaba al cine o al teatro, o bien, ella se iba con una de sus tías en los periodos de vacaciones escolares.
Más tarde, diez años para ser precisa, nació Jimena, mi segunda hija; entonces las sobrinas ya habían crecido y ella vivió como hija única, no tuvo primas y primos de su edad para crecer juntos.
Mi Ser Tía lo desarrollé como una experiencia muy cercana a la maternidad, así que era muy natural tener a mis sobrinos en casa y ocuparme de ellos; también era muy natural, como dice Juana Inés, opinar sobre su educación y meter mi cuchara en algunas decisiones que mis hermanas tomaban con sus hijos.
Pero en algún momento se tiene que romper esta armonía, si no no estaríamos aquí, el mundo funcionaría sin problemas y Juana Inés no habría escrito su libro**. ¿Cuándo empezó para mí la tortura de ser tía y dejé de ser Súper Tía? Cuando me convertí en Tía Abuela. ¡Qué horror! ¿Qué es eso? Una abuela que no tiene derechos, que tiene que cumplir con ciertas obligaciones, pero a la que ni se le ocurra opinar, porque la distinguida esposa del sobrino va a mirarla en tono ¿y esta qué?, o el esposo de la sobrina le va a pedir que no vuelva a invitarla.
La tía abuela ni aparece en el árbol genealógico, no existe para fines de genética o herencia; poco se sabe de alguna ilustre que se haya destacado por su labor con los sobrinos nietos. Es más, creo que yo no conocí a ninguna y muy poco aportaron a mi historia personal. Eran hermanas de mis abuelas y eso no significaba mucho en mis tiempos, cuando los abuelos morían a los sesenta años y no se tenía mucha convivencia con ellos y menos aún con sus hermanos.
Con el aumento en la esperanza de vida de los mexicanos y gracias a los avances en salud y bienestar social, las tías abuelas estamos ahora muy puestas para acompañar a las hermanas en su abuelitud. Habrá algunas que lo hagan mejor que otras, pero lo que es a mí, las monerías infantiles y los cumpleaños en los ruidosos salones de fiestas no me entusiasman mucho que digamos.
Sucede lo mismo con las amiguitas que ahora son flamantes abuelas. Cuando nos reunimos, no hay tema de conversación más socorrido que las gracias de sus nietos, acompañando las anécdotas con las fotos en el celular o el último video que su hija les mandó cuando el susodicho estaba aprendiendo a comer solo y se embarró la papilla en la cara o cuando dio sus primeros pasos agarrándose de la orilla del sillón.
Y tema aparte son los sobrinos nietos adolescentes, que están pegados a su tablet y apenas si te contestan cuando los saludas con tu mejor actitud de tía interesada en su futuro; si les preguntas por sus calificaciones, puede ser que te contesten con un gruñido, te volteen a ver como si fueras de otro planeta y se vayan a otro lado de la casa a donde ni se te ocurra seguirlos.
De los diferentes tipos de tías que describe Juana Inés, este no aparece porque pertenece a otra generación y a la mayoría de este amable auditorio le queda todavía muy lejos de experimentar.
*Texto leído en las últimas sesiones del ciclo «Pensar lo doméstico: futuros y mundos (im)posibles», en las instalaciones del CIAMA, CDMX, el 11 y 12 de julio de 2019.
**En esta sesión, la conversación giró en torno a Súper Tías, de Juana Inés Dehesa.
LA AUTORA
Martha Vázquez García. Estudió en la Escuela Nacional de Maestros de 1972 a 1976 y después, motivada por la maestra de psicología de la normal, ingresó a la licenciatura en psicología en la UAM Xochimilco. Ha transitado durante más de cuarenta años en diferentes ámbitos de la educación, como maestra y como psicóloga. En este trayecto profesional, formó una familia con dos hijas, Alejandra y Jimena, a quienes inculcó el amor por las letras y la docencia.