Nunca quise ser madre

Regina Gallegos Triana

 

Artifex vitae, artifex sui

De todos los posibles temas en los que pensé escribir en mi vida, lo doméstico nunca acaparó los reflectores, hasta que me convertí en madre. Ser madre es entrar en una realidad alterna, en la que combates todos los días para no perder la cordura.

En estos días de encierro leía «Mientras las niñas duermen», de Daniela Rea, ese gran texto sobre la maternidad y ese lado b del que nadie nunca quiere hablar. El secreto a voces de las madres. Y pensé en mi hijo, en todo lo que tuvo que pasar para que él llegara y yo lo quisiera aquí conmigo.

Nunca quise ser madre, nunca quise dedicar mi vida a los cuidados, no creía que podía cuidarme a mí misma, menos a alguien más. Cuando tenía 17 años, en una dinámica escolar me preguntaron a mí y a mis compañeras (escuela de mujeres, católica) cómo nos veíamos en 10 años. Absolutamente todas, menos yo, hablaron de matrimonio e hijos.

Irónicamente yo fui de las primeras en embarazarme, sin tomar en cuenta que tuve un aborto previo a los 24 que no dudé ni un segundo en practicarme. Incluso mi madre hablaba con mis tías y les recomendaba disfrutar de la boda de mi hermano, ya que ella estaba completamente segura de que no me casaría ni tendría hijos.

En lo del matrimonio no le fallé. Diez años después de que me preguntaran cómo me veía en ese preciso momento, ya me encontraba embarazada. A mis 28 nació mi hijo y en lo único en lo que he podido pensar desde que nació es en lo romantizada que se encuentra la maternidad y los cuidados, al pensar que todo lo que tengo que hacer por él es derivado de un amor incondicional que “nace” a partir de que te vuelves madre.

Sigo queriendo encontrar motivos que me hagan sentir que maternar y cuidar no son un error, aun cuando ya los haya encontrado. Existen ocasiones en las que quisiera dejar los cuidados para poder completar otras metas, siento que la mayor parte del peso cae sobre mí: si no es por parte de mi propia familia es en el trabajo, la escuela de mi hijo o incluso desde mí misma echándome ese peso encima.

Siento como gasto mis horas lavando, cocinando, cuidando, limpiando, recogiendo, haciendo trabajo de oficina, para terminar deshecha, cansada, harta y para que una simple plática con el padre de mi hijo me haga sentir que soy la peor madre porque para él “cuidar a mi hijo es muy fácil”. Fácil porque sus horas de cuidado no son las mismas que las mías.

Todo esto lo aprendí viviéndolo, pero también viéndolo en mi propia historia. Los ciclos y la historia se repiten y me veo como mi madre, cargando un hogar y haciendo más de lo que podía hacer. Por esto es importante pensar lo doméstico, pensar en lo valioso que es el cuidado, el cocinar, el lavar, el maternar, el mantener a la par un trabajo de oficina. El malabarear todo esto y la vida también.

Pensar lo doméstico también radica en la importancia del cómo nos contamos a nosotras mismas nuestra historia y lo valioso que es el rol de la persona que cuida. Pensar: ¿qué hacen los hombres con los roles de cuidado?, ¿por qué siempre la mayor parte del cuidado de los hijos recae sobre la madre?, ¿por qué en la escuela de mi hijo me presionan para enseñarlo más rápido a dejar el pañal, pero para decisiones financieras consultan a su papá?

Aún me cacho a veces siendo demasiado dura conmigo misma, pierdo la paciencia y quiero renunciar a todo, pero recuerdo a mi madre, mis tías y mis abuelas. Pienso en todo lo que hicieron por mí y los nuestros, en cómo me cuidaron y en lo que aprendí de ellas a pesar de nunca haber deseado querer ponerlo en práctica. Y al final lo que me ha sacado adelante son esos cuidados que se volvieron enseñanzas que ahora, aunque nunca lo pensé, estoy realizando.

 


LA AUTORA

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Regina Gallegos. Feminista de las malas, nació el 3 de diciembre de 1988 en el Defectuoso ahora CDMX. Madre de un pequeño virgo llamado Emilio. Trabaja para y por los derechos humanos. Escritora de a ratos. Fan del terror, las novelas y la poesía.

 

3 comentarios sobre “Nunca quise ser madre

  1. Hola Regina.
    Leí tu texto recomendado desde el Twitter sobre todo me llamó porque mis horas son muy parecidas y concuerdo contigo. Yo tengo un pequeño de 6 años. Su papá y yo estamos separados, nos llevamos bien, pero ciertamente la mayor carga de cuidados y económica es mía. A veces me sobre pasa, entre el trabajo remoto y darle atención, y cocinar y limpiar, etc. termina el día y me siento híper cansada. Tienes razón en que está romantizada la maternidad, Pero incluso creo que a veces soy yo quien se pone estándares más altos y eso me estresa aún más.
    En fin, gracias por escribir tan real y bonito.

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  2. Aún no soy mamá pero mi hermana y mis amigas lo son. Me he dado cuenta que trabajar, ser responsables de un hogar y maternar es algo sobrehumano que no se le debería exigir a una sola persona, me queda claro que muchas mujeres están comprometidas con desarrollar de manera extraordinaria su actividad profesional y su maternidad pero ¿hasta dónde bemos buscar esa perfección? ¿cómo exigir ese mismo esfuerzo de los padres? Son preguntas que me hago porque no descartó la maternidad.

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