PRÓLOGO
Isabel Zapata
En el último párrafo de Las ciudades invisibles, de Italo Calvino, Marco Polo le responde a Kublai Kan con las siguientes palabras: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es riesgosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.
Esta sentencia cobra especial relevancia en 2020, el año de la Gran Pandemia, en el que tantas cosas hemos perdido. Durante estos meses en que el infierno de los vivos ha puesto a prueba la imaginación y resistencia de un planeta entero, las mujeres que participamos en A muchas voces hemos repensado el mundo desde una posición distinta, a partir de la experiencia compartida de ser madres durante la crisis (con las exigencias físicas y emocionales que eso implica).
A manera de introducción, hemos decidido incluir nuestro “Manifiesto de madres en pandemia”, un texto escrito de manera colectiva durante la primera edición del taller, que se llevó a cabo durante los meses más álgidos de la crisis. En él, alzamos la voz para derrumbar el mito de la madre perfecta y cuestionar la maternidad idealizada y su mandato de ternura radical. Al manifiesto le siguen una serie de textos de diversos géneros –en su mayoría diarios íntimos, cuentos y crónicas, pero no exclusivamente–, que son resultado de varias semanas de trabajo arduo y retroalimentación en los distintos grupos. Estos relatos, incluso los que están construidos a partir de la ficción, constituyen una muestra de algunas experiencias que hemos vivido a puertas cerradas: al interior de una casa, sí, pero también al interior de nosotras mismas. Si “Pequeñas labores” tuvo como objetivo crear las condiciones para que habláramos –lo cual es ya un acto revolucionario–, esta antología es un esfuerzo por lograr que nuestras voces sean escuchadas.
Las palabras, dice Rebecca Solnit, son instrumentos con los que protegemos y definimos nuestras vidas. Nuestras palabras, juntas, toman fuerza y cuentan historias que son signos de posibilidad. Ésta es entonces la memoria no sólo de un taller de escritura, sino de un largo diálogo entre mujeres que buscan deshacerse de ideas y prejuicios que juegan en contra de una maternidad más gozosa y libre, menos solitaria.
Cada sesión del taller fue para mí una lección de solidaridad y admiración que encuentra continuidad en las historias que componen este libro y en los afectos que con ellas se tejen. Hoy tengo más claro que nunca que la escritura que me interesa se construye en compañía y que la compañía es un extraño fenómeno que puede darse a pesar de la distancia física. Si estas palabras llegan hasta otras madres y logran iluminar sus horas más oscuras, el propósito estará cumplido. Viajen pues estas páginas como una forma de resistencia y de amistad.
Ciudad de México, octubre de 2020
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