Janisse Cruz
Mirarse para dentro tiene un truco, pero no me voy a detener en esto ahora mismo. Lo que sí les puedo decir es que mirarse para dentro requiere de tiempo a solas, lo que implica apartarse y convocar a la temida soledad.
Ya sea circunstancial o elegida, la soledad cuenta con el desprestigio y la mala fama de las personas que tienen reticencias para encontrarse a solas consigo mismas: en su mayoría son personas que andan en pares. Algo tan simple y hermoso como salir a comer “sola” se toma como delito o condena social.
Escena del crimen: Una llega, escoge una mesa y se sienta mientras observa el desmantelamiento de un servicio para dos, tres o cuatro personas. A veces me pregunto: ¿Qué sentirán los cubiertos cuando están reunidos en una mesa y de repente son arrebatados de su sitio impetuosamente, solo porque a una non se le ocurrió salir a comer sin par? ¿Algunos de ellos dirán: ahí llegó un mal tercio pero viene solo… otra vez? Los que se quedan, ¿se ofenderán o se sentirán agradecidos por ser apartados de los cubiertos chismosos, esos que no dejan de hablar sobre quienes son mejor lavados o los que siempre arrastran residuos de comida? ¿O saben que al final del día, al regresar al cajón de los cubiertos serán señalados y juzgados por haberse quedado solos?
A algunos pares la soledad les causa pánico; escucharte decir que disfrutas de ella les causa ofensa; si a este disfrute le sumas que eres mujer, les causa angustia; y si encima de todo estás soltera, les causa pena. De por sí, está mal visto que una mujer disfrute lo que sea, ahora imagínense afirmar que te la pasas bien a solas contigo misma. Vas directo a la hoguera social.
Más que soledad, al tiempo a solas por disfrute y elección lo he llamado nonedad. Me he inventado esta palabra en defensa del amor al tiempo de una, porque hasta eso tenemos que defender. Parece que debemos aclarar una y otra vez que nos gusta estar solas, porque queremos y podemos, por elección y decisión propia. Como si fuese imposible pensar que, sin importar si andamos en pares o en nones, tenemos derecho a tomar distancia, a apartarnos para habitarnos a nosotras mismas sin sentirnos juzgadas o tachadas de egoístas, pues como mujeres eso huele a frialdad. Estoy cansada de aclarar.
Nonedad
1. f. Situación en la que habitan las personas nones.
2. f. Abundancia de compañía contigo misma.
3. f. Exploración voluntaria a la diversidad de paisajes emocionales.
4. f. La no soledad.
La nonedad es un tipo de soledad que busca aprender del amor propio para compartir en el ajeno. A contrario de lo que se pueda pensar, la nonedad nada tiene que ver con el individualismo o la misantropía, es ser autosuficiente y aprender a cuidarse para poder cuidar a alguien más.
La nonedad busca un espacio dentro del caos para adentrarse al autoconocimiento y pasar tiempo contigo misma. A veces es una pausa que te permite llevar el día a día, otras veces es un estado prolongado donde te sumerges a crear, pensar, descubrir y preguntarte qué es lo que te mantiene viva. Es una condición que revoluciona el corazón a mil por hora y todo lo que sucede dentro de ti puede ser compartido cuando así lo decidas.
Una advertencia: la nonedad requiere temple, pues no todas las personas están dispuestas a enfrentarse a sí mismas; claro, no es fácil reconocer los miedos, los cuestionamientos, las imperfecciones, los matices y claroscuros que nos constituyen. Las nones nos paseamos, rimbombantes y orgullosas, entre todos los paisajes emocionales que somos capaces de recorrer, desde los más áridos y desérticos hasta los más vivaces y frondosos. Pobres de esos pares, que no conciben la belleza de la pausa y el silencio, porque da oportunidad a escucharte a ti misma, y una misma puede contradecirse muchas veces. Habitarse a conciencia requiere valentía y coraje para tomar lo que se pueda de los errores y hacer de una misma tierra fértil, abonada de sueños, planes conclusos e inconclusos, lecciones de vida, tristezas, fracasos y reconocimiento de los triunfos personales, que se vuelven frutos en los tiempos de sequía.
La nonedad es escape y refugio, pero también es trinchera y campo de batalla. Es una exploración a tus adentros sin importar lo que puedas encontrar en ti, a pesar del temor que provoca cuestionarse a una misma.
Desde hace un tiempo, disfruto mucho las andanzas en mi mundo interior a solas, aunque a veces aparezca ese monstruo que me jala de los pies hacia un lugar más oscuro. Debo confesar que me estoy volviendo maestra de mi nonedad; esto suena terrible, y pueden pensar lo peor de mí si se detienen aquí mismo. Lo que quiero decir es que estoy en proceso de domesticación de mis momentos oscuros: los puedo recorrer, tocar, sentir, oler, morder y saborear, hasta decir “suficiente por hoy” y regresar a lo cotidiano con algún souvenir emocional que me permita continuar. Como si arrancar algo de cada viaje a mis adentros me permitiera sentirme una victoriosa domesticadora de mí misma.
Soy bestia y ama a la vez: ama de mi propio tiempo. Suena a poca modestia, lo reconozco, pero en estos momentos es así. ¿Cómo llegué aquí?, no lo sé. Debe ser mi edad. O mi nonedad.
Janisse Cruz. Es originaria del sureste mexicano donde abunda el trópico cálido húmedo, desde muy pequeña aprendió el respeto hacia la flora y fauna. Protectora y de gran corazón por herencia materna, elocuente e imaginativa por herencia paterna. Llora por todo, como las mojinas (Rhinoclemmys areolata).
Dibujante del territorio que dibuja en sitio, a pie y a tinta como exploración y observación del entorno. Empedernida investigadora de campo y naturalista urbana que recorre las ciudades con su libreta de dibujo, y en cada salida o viaje recolecta hojas, memorias, objetos y artefactos emocionales que quedan plasmados entre líneas, hatches y dibujos. Sus lugares favoritos son los jardines botánicos y los museos de historia natural.
Pensadora del paisaje por profesión, a lo largo de los últimos años ha explorado el diseño del paisaje como articulador de las culturas, los contextos y la identidad, y al espacio público como catalizador de futuras memorias. Ganó una beca y viajó a China del Este a estudiar la transformación del paisaje y el territorio a través del dibujo. Estudio Ilustración naturalista de campo en una estación biológica en Chile ubicada justo antes de llegar a la entrada de la Patagonia; fue ahí donde conoció a la ranita de Darwin (Rhinoderma darwinii).
Experta catadora de pan dulce que comparte ansiedades con su gata Tita y que a veces/casi siempre gusta de inventar palabras, porque el lenguaje es de quien lo trabaja.
Nunca se me habñia ocurrido que inventarse una palabra es posible. La que tu te inventaste me da una mano para rescatar el valor de mi soledad y entender que estar sola no es una condena sino una oportunidad.
Gracias por tener el valor de defender la nonedad. Has empoderado a una mujer más.
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